martes, 28 de abril de 2020

Age of Civilizations

Hoy ha sido el día más tranquilo de todos porque no he hecho nada. Me levanté a las 11 de la mañana y fuimos a desayunar. Luego estuvo jugando con el móvil hasta que comenzó la clase de Historia de España, ya que antes no habíamos tenido clase de Arte con Paco porque él estaba haciendo un examen. La verdad es que estaba en la clase, pero estaba en otro mundo, porque a la vez estaba haciendo el comentario que nos ha mandado hacer para esta semana. Después seguí jugando a un juego del móvil llamado Age of civilizations. En él, tu eres un gobernador de un país europeo (puedes serlo de cualquier continente del mundo, pero para eso tienes que comprar la versión premium). Tú comienzas con varias provincias, dependiendo del país que seas, y tienes que ir colonizando todos los países o hacerte amigos de ellos, que sean tus vasallos o directamente, los engañas y luego te adueñas de sus terrenos. Es un juego adictivo, ya que si consigues una provincia, quieras otra y otra. Esto hizo que me llevara todo el día de hoy jugando. Yo soy Maximiliano I de Baviera, familiar de la emperatriz Sissí, y ya soy el emperador del Sacro Imperio Romano. He llegado hasta las fronteras de Serbia y hasta Gibraltar, adueñándome así de las coronas de Castilla y Aragón, además de otras provincias como las de Francia, Milán, Hungría y la Orden de Malta. Me he convertido en todo un conquistador.
Ahora mismo estoy escribiendo el diario, bien entrada la noche, porque es cuando he parado de jugar, ver la novela y de terminar el comentario de Historia de España.

Pero, me acabo de acordar que tengo que hablaros de un poema de Luis Cernuda.
Despedida

Muchachos
Que nunca fuisteis compañeros de mi vida,
Adiós.
Muchachos
Que no seréis nunca compañeros de mi vida,
Adiós.

El tiempo de una vida nos separa
Infranqueable:
A un lado la juventud libre y risueña;
A otro la vejez humillante e inhóspita.

De joven no sabía
Ver la hermosura, codiciarla, poseerla;
De viejo la he aprendido
y veo a la hermosura, mas la codicio inútilmente

Mano de viejo mancha
El cuerpo juvenil si intenta acariciarlo.
Con solitaria dignidad el viejo debe
Pasar de largo junto a la tentación tardía.

Frescos y codiciables son los labios besados,
Labios nunca besados más codiciables y frescos aparecen.
¿Qué remedio, amigos? ¿Qué remedio?
Bien lo sé: no lo hay.

Qué dulce hubiera sido
En vuestra compañía vivir un tiempo:
Bañarse juntos en aguas de una playa caliente,
Compartir bebida y alimento en una mesa.
Sonreír, conversar, pasearse
Mirando cerca, en vuestros ojos, esa luz y esa música.

Seguid, seguid así, tan descuidadamente,
Atrayendo el amor, atrayendo al deseo.
No cuidéis de la herida que la hermosura vuestra y vuestra gracia abren
En este transeúnte inmune en apariencia de ellas.

Adiós, adiós, manojos de gracias y donaires.
Que yo pronto he de irme, confiado,
Adonde, anudado el roto hilo, daga y haga
Lo que aquí falta, lo que a tiempo decir y hacer aquí no supe.

Adiós, adiós, compañeros imposibles.
Que ya tan sólo aprendo
A morir, deseando
Veros de nuevo, hermosos igualmente
En alguna otra vida.



Este poema pertenece a su obra "Desolación de la quimera", de su etapa madura, donde trata temas como la guerra, el exilio y la nostalgia por España. Este comienza con una despedida a los jóvenes,, ya que en el desarrollo habla sobre el deseo que siente por la juventud. En las siguientes estrofas habla sobre la diferencia entre la vejez y la juventud, el deseo sin remedio hacia los jóvenes, el dolor que provoca la hermosura de estos y el lamento por no haber sido joven a la vez que estos muchachos. Para terminarlo, cierra con otra despedida, esperando encontrar a estos jóvenes en otra vida para poder disfrutar del deseo y del amor libremente.  Este poema tiene una gran claridad y sencillez debido a que en su última etapa, aumentó estos rasgos para poder exponer de forma más clara la idea que quiere transmitir. Por eso, prefiere imponer el contenido a la forma, resaltando lo importante de lo lírico.

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