Un día en el supermercado

Hoy seguimos con el cuarto día de cuarentena y cómo no, las existencias de mi despensa van cada vez más a menos. Por eso, esta mañana mi madre y yo decidimos levantarnos temprano para ir a comprar ya que a estas horas suele haber menos personas. Fuimos al Mercadona pensando que al ser grandes superficies iban a tener más variedad que los pequeños locales pero no.

Nada más llegar allí, a las nueve y media de la mañana había colas de diez personas. Al entrar, empezamos buscando unos panecillos (una palabra derivada es aquella que está formada por una palabra simple unida a sufijos o prefijos) que solemos comer en el desayuno pero que casualidad, que de esos no había. Por eso, tuvimos que coger unas barras que quedaban ya que no había de nada.
Y por último, pasamos por la sección de la carne donde estaban las neveras tapadas por estores y los montacargas (una palabra compuesta es aquella que está formada por varias palabras simples) sin mercancía que transportar.
Todo esto ocurre porque la población está atemorizada (una palabra parasintética es aquella que está formada por palabras derivadas y compuestas, teniendo estas siempre que llevar algún prefijo o sufijo) debido al problema del coronavirus y por la incertidumbre de si van a quedarse sin comida.

Todo esto me recuerda a Nana de la cebolla, un poema que escribió Miguel Hernández mientras que estuvo en la cárcel. Este cuenta los problemas por los que pasa su mujer y su hijo que solo tienen cebollas para comer haciendo así que la leche que emana de la madre para dar de comer al niño es leche de cebolla (una palabra simple es aquella que está formada por una raíz y  morfemas flexivos). Esto nos lleva a ver que incluso ahora estamos en la misma situación que en aquella época donde no había para comer, puesto que ahora hasta los supermercados están vacíos debido al pánico de todos los ciudadanos.