viernes, 20 de marzo de 2020

Recuerdo a la niñez

Ya estamos aquí de vuelta con otro nuevo pasaje de mi diario. Hoy no tengo mucho que contar ya que como ya sabéis, estamos encerrados en nuestras casas por la cuarentena. En cambio, yo tengo la suerte de poder salir de mi casa ya que vivo a las afueras de Chiclana y tengo un terreno donde se encuentra el jardín y la parte de los árboles frutales. Por eso, el único castigo que mi madre puede imponerme ahora es el de no salir a este jardín. Pero, hoy no ha sido así ya que me he portado bien, no me ha tenido que castigar y que quede claro que soy un angelito y nunca lo hacen. Así que mi madre me ha dicho que podría salir a condición de que no lloviera.

Al llegar la tarde hemos echo una videoconferencia entre varios amigos, pero primero comenzamos dos. Nada más vernos las caras me dijo que el Vaticano había declarado que podría poner la Semana Santa en septiembre y yo le dije "Si tu lo dices será verdad". Pero yo era muy cabezón y tras consultar varios libros y el tiempo litúrgico, me di cuenta de que eso era inviable. Como ella es igual de cabezona que yo, llegó un momento en que le dí la razón con tal de que se callara.


Esto me hace recordar un día en el que di una voltereta en el sofá y sin querer le di una patada en la cabeza a mi hermano. Empezamos a decirnos insultos de nuestra edad como puede ser tonto o imbécil. Apareció mi madre y me dijo que no saldría al jardín a coger frutas a no ser que le pidiera perdón a mi hermano. Tenía mucho orgullo pero mi afán por coger las primeras frutas de la temporada era mayor en ese momento. Pero como es normal, seguimos diciéndonos nuestros insultos y mi madre nos dijo que parasemos, pero le dije que yo le respondería bien siempre que él también lo hiciera así.

Volviendo a aquella conferencia, acabamos hablando de Gabriel Celaya y de la tarea que la maestra de lengua nos había mandado para el día de hoy. Este fue un poeta vasco de la poesía social, que tras estar en la Residencia de Estudiantes junto a Lorca o Cernuda, decidió dedicarse por completo a la poesía. Conocido por grandes obras como A Pablo Neruda o La poesía es un arma cargada de futuro.
Pero una de sus anécdotas era que al tener tres nombres y tres apellidos, podía utilizarlos para firmar sus libros, ya fuera como Gabriel Celaya, Rafael Múgica o Juan de Leceta.


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